Por: Dr. Arq. Marcelo A. Espinosa Martínez
Colegio de Arquitectos de Nuevo León
¿Qué significa valor? Es importante aclarar que hacemos referencia a la cualidad, más allá de su condición utilitaria, que posee un objeto o realidad de ser significante para alguien o para algo. La situación de satisfacer una necesidad, en este sentido, es sobrepasada por el grado en que dicha condición se convierte en algo estimable que atiende a los sentidos, al deleite, a la apreciación; en suma, ya no solo a la calidad de vida de una persona, sino a una condición superior de apreciación. Esta introducción, quizás algo filosófica, tiene como propósito entender el significado de la palabra “valor” por encima de la función o de su costo como transacción.
Para conmemorar este octubre el Día del Arquitecto, creo que es de suma importancia retomar este concepto de valor dentro de la práctica de la arquitectura y hablar sobre su “tasa” de relevancia dentro de los diferentes actores que componen la actividad de materializar un bien inmueble dentro de un mercado.
Hablar de arquitectura es, sin lugar a duda y porque así se ha referido, hablar de arte. Se sostiene dicha aseveración en la capacidad que tiene la arquitectura de afectar los sentidos, de modificar el estado de ánimo de una persona y, por consecuencia, provocar una reacción emocional. ¿Qué no es eso uno de los propósitos del arte? Ahora bien, según la idea planteada, si la arquitectura es un arte, ¿cómo se valora esta? El diseño, de alguna u otra manera, es una condición particular de un objeto; por lo tanto, “tasar” su valor en algunos casos resulta complejo, como lo sería valorar una pieza de arte.
Recordemos que la “buena” arquitectura es única, ya que responde a condiciones y requerimientos específicos. En este sentido, ¿cómo se le da valor a lo “único”? Siendo que es un servicio que posteriormente tiene el propósito de materializarse, ese “servicio” está por encima de su posible construcción. Porque si no hay DISEÑO, no hay instrucciones para lo que está por venir. ¿Qué significa esto? Que si no existe la idea, no hay objeto, no hay arquitectura. Podría darse lo que se define como construcción, pero arquitectura no es.
En un sentido lógico, esto suena coherente, pero en la práctica, o mejor dicho, en el mundo real, no siempre es así. Es por eso que es importante exponer esto en estas fechas donde se reconoce el trabajo de los arquitectos y, más que el trabajo, la intención de reconocer la importancia y el papel que juega el arquitecto en la construcción o conformación de una sociedad en términos materiales.
Desde lo público hasta lo privado, es de suma importancia revalorizar el trabajo del arquitecto en términos de su relevancia dentro de la línea de producción de la arquitectura y la ciudad. Por consecuencia, también es crucial la real y acreditable remuneración que le corresponde en relación con su responsabilidad, riesgos, implicaciones, potencialidades y hasta sus vicios ocultos, con la intención de que al final provoque su resignificación dentro de la pirámide de valor. Sin menoscabar ninguna de las siguientes actividades, el trabajo del arquitecto es mucho más complejo que el de un vendedor de terrenos; tiene mucha mayor responsabilidad que el de un diseñador de interiores; es mucho más complicado que el de un gestor; y conlleva muchos más riesgos que el de un corredor de bienes inmuebles. Aun así, los porcentajes no cuadran en la realidad. Como lo hemos dicho, el quehacer arquitectónico es complejo.
Es una responsabilidad del gremio procurar el reconocimiento y el valor del trabajo de los arquitectos, pero de igual forma se requiere de la sociedad para provocar esta revalorización de la arquitectura. Creo que esto ya está sucediendo en ciertos niveles, pero es imperativo que permee a todos los estratos, desde lo privado hasta lo público, ya que desde ambas situaciones se conforma la ciudad. Queremos una ciudad que, aparte de ser funcional, nos emocione y nos deleite.
Colegio de Arquitectos de Nuevo León, México.