La investigadora Suzanne Lambert de la Universidad de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, acaba de presentar una investigación en la que descubrió un proceso de desperdicio cero para producir ladrillos a base de orina humana.
El proceso de fabricación del ladrillo es muy parecido al proceso natural de formación de las conchas. Durante este proceso químico, donde hay la precipitación de carbonato microbiano, la arena suelta es colonizada por bacterias. Estas bacterias acaban por producir un cierto tipo de enzima, la ureasa, que puede romper la molécula de la urea, un compuesto creado en el hígado que combina moléculas de amonio con moléculas de dióxido de carbono, resultando en la orina y de quiebra el carbonato de calcio como subproducto de este proceso. Esta reacción química endurece la arena y, a través del molde creado por Lambert, es posible producir un ladrillo.
En una época en que las prácticas de construcción sostenibles y ambientalmente correctas son esenciales para la arquitectura, los materiales de construcción, como el bio-brick, presentan nuevas oportunidades para el futuro, sustituyendo los tradicionales elementos constructivos por otros más conscientes y menos agresivos al mismo tiempo medio ambiente. A diferencia de la producción de ladrillos comunes, donde es necesario un horno que alcance temperaturas de hasta 1400 grados Celsius, produciendo una enorme cantidad de dióxido de carbono, el bio-brick se produce a temperatura ambiente, pudiendo ser modulado de las más variadas formas.
Lo más interesante de este proceso es que no genera ningún tipo de residuo, aunque sobre algunos subproductos durante la fabricación como el nitrógeno y el potasio. Además, el 97% del fósforo de la orina se convierte en fosfato de calcio. Pero de todos modos, los tres subproductos pueden ser reciclados y reaprovechados para la producción de fertilizantes, retornando a la naturaleza.
Con información de Archdaily