Museo de Antropología / Pedro Ramirez Vázquez + Rafael Mijares + Jorge Campuzano

Arquitectos: Pedro Ramirez Vázquez, Rafael Mijares, Jorge Campuzano
Ubicación: Museo de Antropología, Chapultepec Polanco, 11560 Ciudad de México
Área: 45000.0 m2
Año proyecto: 1964


En el año de 1964 se inaugura en la Ciudad de México el Museo Nacional de Antropología el cual desde el Congreso de Americanistas de 1910, venía siendo una promesa. Originalmente el museo estaba instalado en la antigua Casa de la Moneda hasta que se decide crear un refugio cultural que en palabras del presidente de ese entonces, Adolfo López Mateos, debía ser un lugar en el que "los mexicanos al salir de él, salieran orgullosos de ser mexicanos". Fue entonces que, utilizando un terreno triangular y deforestado perteneciente al Ministerio de Comunicaciones y ubicado en los márgenes del Bosque de Chapultepec, deciden que era hora de empezar el proyecto.

Pedro Ramírez Vázquez fue el encargado de llevar a cabo dicha actividad, la cual tenía la voraz presión del tiempo de ejecución. Él, en su planteamiento general, consideraba que el ritmo del museo debía alejarse del estándar europeo de grandes galerías y pasillos que terminaban agobiando al espectador y en cambio, quería declinar el diseño a una experiencia rítmica. Ramírez Vázquez sentía que como museo donde se contara la herencia e historia de México, este debía comenzar su poética desde esta misma herencia y basándose en la configuración del Cuadrángulo de las Monjas en Uxmal.

Para resolver el emplazamiento dándole protagonismo al área natural, Ramírez Vázquez decide utilizar 45.000 de los 125.000 metros cuadrados en total, destinando 30.000 a exhibiciones y diseñando una explanada de bienvenida que conectara el museo con el bosque y permitiera en el nivel bajo de esta explanada ubicar los parqueaderos y lockers. La explanada está conectada, tanto a nivel superior como de superficie con el primer volumen de bienvenida donde se ubica no sólo la recepción, sino diversos equipamientos de investigación, aulas y talleres. Esto nace bajo la responsabilidad de cargo y de peso que el museo quiere ofrecer a la comunidad ya que no querían que fuese visto como un atractivo turístico sino que dentro de sus funciones, se permitiesen labores de educación, investigación y restauración de piezas convirtiéndolo más en un centro educativo que en un museo turístico. 

Una vez se ingresa al edificio se llega al patio central cuyo carácter protagónico está enfocado a una gigante cubierta que cubre el lugar. El arquitecto quería crear un patio central pero a la vez quería una protección para las lluvias, para que los visitantes puedan pasar de sala a sala sin tener que mojarse. En palabras mismas de Ramírez Vázquez decide que de una forma "infantil" resolverá el patio con un gran "paraguas" de 52 por 82 metros dentro del patio, elemento constituido por una cubierta tensada desde un mástil central que actúa como tótem, suelta de cualquier borde con relación a los otros volúmenes y de remate, icono lúdico al incluir una caída de agua en el perímetro del mástil. El espacio restante del patio, descubierto, se diseña un jardín acuático que funciona como remate paisajístico de la configuración volumétrica.

Una vez en el patio central, se pueden apreciar los volúmenes independientes que guardan cada una de las salas de exhibición. Como se dijo anteriormente, el recorrido está planteado para hacerse en cada volumen de forma independiente y así retornar al patio. De esta forma pasiva, Ramírez Vázquez diseña un museo que induce al visitante a instancias de respiro una vez salga de cualquier volumen antes de continuar el recorrido. Entre las dilataciones o mejor dicho, entre los espacios restantes de casa sala de exposición, se puede ver un tratamiento paisajístico de jardinería que invoca de manera permeable a la inducción del bosque en el edificio. 

Cada volumen presenta una fachada configurada con una piel metálica, hecha como celosía que protege de la iluminación directa y a la vez, crea un efecto cinético al caminar hacia la entrada de los mismos. Dentro, la estrategia de diseño, enfocada hacia el ritmo de la exposición, se hace evidente con la distinción de las dos plantas de casa volumen, dividiéndose entre etnología y antropología, creando una separación clara entre las diversas zonas. 

En el proceso de construcción presentó un reto en cronogramas de obra ya que el tiempo para inaugurar el museo era escaso y la misma museología presentaba retos de instalación y armado (solamente la Piedra del Sol es un monolito que pesa 24 toneladas) que debían iniciarse cuando las salas estuvieran listas. Incluso, muchas de las piezas de exhibición etnológica fueron instaladas y hechas por indígenas traídos desde las comunidades para que construyesen los hábitats tradicionales directamente en el museo. Ramírez Vázquez entonces decide separar en dos las técnicas constructivas aplicadas, teniendo por un lado la construcción en estructura metálica y por el otro, concreto.

El edificio abre sus puertas el 17 de septiembre 1964 siendo un éxito en la Ciudad de México con récords en visitas, llegando a las 25.000 un solo domingo. Numerosas instituciones educativas así como ciudadanos y turistas acuden anualmente al Museo de Antropología considerado como de los mejores a nivel mundial.

 
 

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