Heroico Colegio Militar / Agustín Hernández + Manuel González Rul

Arquitectos: Agustín Hernández Navarro, Manuel González Rul
Arquitecto encargado: Agustín Hernández Navarro
Ubicación: Ciudad de México, México
Área: 3850000.0 m2
Año Proyecto: 1976

Diseñado por el arquitecto Agustín Hernández Navarro en colaboración con Manuel González Rul en 1976, este conjunto arquitectónico militar se ubica a las afueras de la Ciudad de México buscando responder a las necesidades que urgían a la Institución que alberga.
El Heroico Colegio Militar es un referente arquitectónico entre la obra de Agustín Hernández y de México moderno, este edificio ubicado en la delegación Tlalpan de la Ciudad de México, da cuenta además de la historia que llevó a consolidar este conjunto como la sede actual de la institución que le da nombre.

Fue como en 1976, el proyecto presentado por Hernández Navarro y González Rul fue el seleccionado para dar lugar a la formación del cuerpo militar del país. El proyecto presentado por ambos arquitectos rescata una de las dimensiones más constantes en el trabajo de Agustín Hernández: la valoración de elementos de la cultura local combinados con elementos acuñados por la modernidad.

En el caso particular del Heroico Colegio Militar, Hernández Navarro  señala la relación estrecha entre el planteamiento de conjunto y la concepción contemporánea de lo que solían ser las construcciones prehispánicas, desarrollando más interés en los volúmenes y menos en los espacios interiores de los edificios mesoamericanos. De acuerdo con el arquitecto, la apreciación de expresiones de orden en sitios arqueológicos mexicanos, y su reinterpretación al momento de encontrar solución para el programa del proyecto, le otorga un valor agregado a la resolución de conjunto propuesto.

Los volúmenes casi escultóricos de Agustín Hernández encuentran un protagonismo de carácter y forma muy relevantes en el conjunto; pirámides, cubos y variaciones que involucraban inserciones circulares y transformaciones se originan puntualmente en este proyecto de la observación y estudio de Teotihuacán por su índole urbano-espacial, en el Tajín por su espacio hundido y en Monte Albánpor su asimetría.

El valor simbólico de las partes dio pie a la expresión formal de todas las edificaciones; la fachada principal del Edificio de Gobierno se presenta casi como un mascarón de Huitzilopochtli, dios de la guerra entre los mexicas. Amplios ventanales toman el papel de ojos para la deidad, la que sería una boca estilizada conduce hacia la Sala de Banderas, y a ambos lados de la estructura principal se erigen seis monumentos en honor a los Niños Héroes de Chapultepec.

El comedor de los cadetes, la sala de máquinas y el gimnasio se encuentran ubicados frente al Edificio de Gobierno. La edificación que los alberga es una reinterpretación de Quetzalcóatl, donde una serpiente representada por la inclinación de los muros como fauces abiertas abrevando de manantiales se materializa a través de dos pequeños domos que hacen de escamas y una bóveda como cascabel. Los edificios de docencia y el auditorio recuerdan la imagen de un águila al momento de alzar el vuelo, el edificio de docencia funciona como el cuerpo y alas del ave, mientras que el auditorio evoca el timón o cola.

Los dormitorios tienen también una explicación simbólica derivada en expresión formal, estos espacios a través de ventanales y conductos de ventilación, pretenden recordar seis águilas protegiendo a sus aguiluchos con las alas plegadas. El picadero y las caballerizas representan un escudo de guerra mexica.Todas estas representaciones, si bien evocan elementos prehispánicos claros, se unen con esfuerzos formales de los arquitectos para dar lugar al futuro desde la comprensión del pasado, más que una réplica de motivos pasados se apuesta por un edificio contemporáneo habilitado para recibir el porvenir.

El edificio del Heroico Colegio Militar se explica casi por sí mismo; el carácter inconfundible, los materiales y la disposición de los espacios responden solo a la particularidad del requerimiento y de los arquitectos que lo diseñaron. A casi 40 años de su edificación, es difícil fijar la obra en un tiempo, como con otras obras de Agustín Hernández Navarro, la propuesta formal trasciende las expresiones temporales y perdura como una obra detenida en un tiempo incierto.

 
 

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