El deconstructivismo es un estilo arquitectónico que se caracteriza por la fragmentación, el proceso de diseño no lineal, la manipulación de la superficie de las estructuras y una geometría no euclidea (que distorsiona y disloca algunos principios arquitectónicos), por que, una estructura deconstructivista tiende a ser impredecible.
Fuera de este marco teórico, diversas exposiciones y proyectos desarrollados a nivel internacional han dado a conocer esta escuela que, han roto los esquemas propuestos en las últimas décadas.
Sin embargo, muchos arquitectos asociados al estilo deconstructivista, se han distanciado del área por diversas razones; y la lógica nos dice que la tendencia hacia las construcciones deconstructivistas aún son contadas, ya que son conceptos muy vanguardista y a la vez, implica una alta inversión. Sumado a esto, quien decide hacer una estructura no lineal tiene que pensar en mantenerla a largo plazo, pues la misma va acorde con un concepto que define el negocio o la marca.
Cabe destacar que, este término fue acuñado a un estilo muy específico que, actualmente abarca un mayor número de estructuras vanguardistas que no necesariamente cumplen con todos los lineamientos definidos en los primeros párrafos.
Un conocido arquitecto consideró el deconstructivismo como una extensión del formalismo radical, es decir, un modo distinto de formalidad que lleva funcionalidad y estética.
Y como toda línea artística, se ve influenciada por otros estilos, que en este caso incluye el modernismo, postmodernismo, expresionismo, cubismo y el arte contemporánea.
Es un intento por liberarse de reglas arquitectónicas (pureza de la forma, verdad de los materiales, entre otros), sin embargo, algunos críticos lo ven como un mero ejercicio formal con poco significado social.
Un ejemplo significativo de deconstructivismo es La Casa Danzante, un famoso edificio de Praga, diseñado por el gabinete de arquitectos de Frank Gehry (arquitecto norteamericano). El concepto evoca a una pareja de bailarines.