SUECIA, PAÍS DE DISEÑO

La revolución sucedió en Suecia y es una de puro diseño; Meyer cambió los modos de la arquitectura moderna.
Suecia es un país donde el papel tapiz no es obsoleto, sino un detalle de distinción. Rombos, animales, círculos: si usted quiere una casa a lo Mad Men no tiene más que voltear a los diseños de la firma Nud.

La revolución del diseño sueco ha pasado por varias etapas. Primero, habilidades digitales, como las del colectivo Front, cuyos diseños son objetos influidos por dibujos logrados por computadora, después el regreso a lo natural: el rescate de la artesanía acompañada del activismo social. Moda que colinda con las artes: diseño, arte decorativo, artesanía y política.


Cuando la arquitectura se volvió marxista

También en el Museo Franz Mayer se expone Hannes Meyer y la idea del diseño colectivo, retrospectiva del trabajo del arquitecto alemán.
Director de la Bauhaus en 1927 y 1930, como el texto de sala explica, su paso por la escuela seminal se vio oscurecido por su filiación izquierdista, específicamente marxista-stalinista.

El lema de Meyer durante su paso por la Bauhaus fue “Las necesidades del pueblo en vez de las necesidades del lujo” y fue fiel a él. Sus creaciones son especialmente comunitarias: conjuntos habitacionales, escuelas, teatros. Sus casas eran totalmente funcionales, en un estilo naturalista. No se imponían al paisaje, al contrario, seguían los patrones del entorno.

Junto con Hans Wittwer creó, en la década de los 20, el Palacio para la Liga de la Naciones en Ginebra, Suiza; un edificio que representara el ideal de armonía y modernidad de la institución, antecesora de la ONU. El diseño quedó en tercer lugar del certamen para crear el Palacio y eso le dio a ambos creadores prestigio mundial.

“El arquitecto nunca trabaja solo”, decía. Su obra es un trabajo cooperativo entre creador y comunidad, un equilibrio entre la libertad del capitalismo y la igualdad del comunismo: dos elementos disímbolos.

Meyer, después de su salida por la puerta de atrás de la Bauhaus, fue a Rusia y vino a México. En ambos países se le quedaron proyectos por cumplir: el infierno de la burocracia. En un aparte simpático, el texto de sala enumera a los personajes con los que Meyer congeniaba. Le gustaban Marx, Stalin, Lázaro Cárdenas. La caían mal Trotsky, Ávila Camacho y Miguel Alemán.

En la exposición hay varias fotos que documentan su paso por la Bauhaus. Son fotos cándidas, de jóvenes en ensoñación. Esa ensoñación era el ideal de Hannes Meyer, que creía en las ilusiones pero siempre esperaba traerlas a la realidad.

Museo Franz Mayer
Av. Hidalgo 45, Centro
Martes a domingo, de 10 am a 5 pm
Entrada: $50

Fuente: eleconomista.com 

Comparte

Lo más reciente

Recibe cada mes sin costo, la Revista Digital de tu preferencia

GRACIAS POR SUSCRIBIRTE A LA EDICIÓN DIGITAL DE LA REVISTA CONSTRUYE